En mi carácter funámbulo, errabundo, perro de nadie, artista muerto de hambre, he vivido en cantidad patológica de domicilios en un número considerable de ciudades. Vecinos he tenido cientos. Hay muchas formas de hostigar vecinos, que van desde un simple encontronazo por nimiedades hasta actos criminales. Pasé por todas, cierto. Pero hoy me referiré a una en específico: La que tiene que ver con facetas artísticas que para la gente son muy pachecas. Un hostigamiento hasta cómico-didáctico-en el momento odiado-confuso-sabe. Definitivamente dejaba una gran experiencia significativa para ellos, mis vecinos.
Como músico exitoso de chamaco a la mandolina, tenía más o menos desparramada mi disciplina de ensayos, así que taladraba el oído de todo ente a la redonda. Pero era un niño y así debían verlo, como una infantilada, incluso pensarían que era tarea, como quienes hemos (también) taladrado el oído del prójimo con las clases de música y la flauta pesadilla de cualquier vecino de chavo/a alumno de secundaria.
Ya como una década y cacho después, como músico frustrado, gestor literario, management, tallerista, etc., me hice siempre notar ante mis vecinos como un ente noctámbulo, quizás vampiro, que vivía de 4, 5 de la tarde a 6, 7 de la mañana, que se le relaciona con criaturas de la noche, con mujeres iguales de enfermas de soledad, de ansiedad, con seres extraños del cosmos que son de espíritu libre en potencia, mientras, y antes de vencer las cadenas, viven en la incertidumbre ilustrada, se le relaciona con un montón de sociedades secretas, grupos herméticos, ideologías, teorías, creencias, pero huye a la esclavitud intelectual. Así era yo, si no por nada estoy tan dañado. Para ese entonces, y cuando las reuniones eran mi chante o en mi subchante o alrededores, los vecinos eran hostigados por el misterio de esos movimientos, de la presencia non grata de entes enigmáticos, endémicos y chance hasta endemoniados. Pláticas de filosofía barata y de atáscate que hay lodo, cantos, gritos, alaridos acompañados de guitarras arrítmicas y desafinadas, bebidas, lechita, tortas de jamón y tocino, licuados, un rock penetra a través del humo denso y me colapsa el corazón...
Ah, por cierto, un trabajo me daba para comer y no había problema por las horas de sueño en esa etapa muy larga de vida noctámbula y provisional, podía dormir una gran parte de mi jornada laboral, era funcionario del gobierno federal.
Más adelante, como escombrista de lo audiovisual, mis vecinos fueron hostigados por desfiles de personajes, actores, vestuarios, utilería, parlamentos a diafragma desde el interior de un depa de interés social... Una vez, ensayando un performance, hasta una batería metimos un domingo desde las 12 hasta las 21 horas... La batería no fue el problema, ciertamente, sino el carajo ruidajo que se hacía en esas microsalas-comedor-cocina-recibidor-y-pasillo... el daño era de edificio a edificio, otra vez fue de casa a casas. No tiene que ver con vecinos, pero en esta etapa llegamos a tirar a un actor en mitad de la calle y cubrirlo con una sábana en plena hora de tránsito, recuerdo que trataron de extorsionarnos dos policías con aliento alcohólico y las latas de chela en el piso de la patrulla, pero vieron los que vimos con la cámara y mejor hasta nos cuidaron un rato.
Hostigamiento por parlamentos. Imagine usted (es que hoy ando muy propio, ya ve usté) que guioniza o lleva al escenario una obra de esas que le gustan al escombrismo... Ya es muy patológico, pero encima imagine que la ensaya con diafragma, como debe ser, sin miramientos de contexto infonavitesco. Imagine los sociodramas: Mis vecinos tuvieron que pasar (y aún lo hacen, muy de vez en años) por salvajes golpizas de un esposo machoso y posmoderno contra una fémina dejadota, llamaban a la policía para hacer el ridículo frente a una escenografía donde la matirizada estaba atacada de la risa sin percatar que había regresado a ser la actriz, no el personaje. Vecinos que escucharon noche con noche una voz que hablaba por teléfono y tramaba un crimen, una vendeta, sangrienta, psicótica... En aquel entonces yo ensayaba frente a un proyecto radiodramático... Y sin avisar a los vecinos. Debieron pasar momentos de intriga porque después de un mes de ese proyecto, el vecino llegó a cuestionarme sobre "conversaciones extrañas", como que "alguien usaba mi teléfono cuando no estaba". Con la mente en otra cosa le dije con certeza: no tengo teléfono, sería en la casa de al lado (hostigamiento al trasladar culpas por el alzheimer de tu cotidianidad que para otros es excentricidad). ¿Qué dije? No me acuerdo.
Épale... Acabo de juntar las dos mitades de neurona que me quedan buenas y he entendido algo: Las vecinas de abajo de mi depa en Lomas del... no eran sexoservidoras de catego, sino hacían videos porno.
recuerdos
pachecos
escombrismo
hostigamiento
vecinos
policía
batería
noctámbulo
empedernido
artista
vecinas
sexoservidoras
videos
porno
No hay comentarios:
Publicar un comentario