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domingo, 14 de diciembre de 2008

Una de tantas del IMSS - Recuerdos pachecos

Me acabo de acordar de la última vez que fui al IMSS (o, como dicen por donde vivo, que "jui al Seguro"):

Después de esperar un buen de horas, obvio, me toca turno...

Me levanto (con dificultad, la fiebre, la reuma, las dos horas parado, la otra hora sentado en estado de estupefacción producto de las escenas trágicas de insalubridad, cucarachas por entre los escritorios y sillas de la sala de espera, humanos con atuendos definidos que se las dan de gandallas, de últimas coca-colas en el desierto, con su jetota, dando un pésimo trato a otro grupo de humanos, normalmente jodidos, enfermos, vulnerables, con necesidades puntuales por mera observancia a derechos elementales de esos humanos a ser atendidos con rapidez, amabilidad, calidez, sensibilidad... y que reciben exactamente todo lo contrario)...

Camino (con dificultad, hay que evitar pisar a decenas de niños pequeños enfermos, mocosos, inocentes del sistema y víctimas del sistema, que pasean trapeando el suelo purulante de bacterias, hongos, deshechos peligrosos de hospital y diversas partículas de sustancias incuantificables adherida a la suela de miles de pares de zapatos que transitan a diario por ahí... Y además ya estoy viejo, por eso camino con dificultad... Últimamente me di cuenta que estoy hasta tullido)...

Entonces, me levanto, camino... Y no acabo de pasar el umbral de la entrada del consultorio cuando el honorable doctor, médico familiar de tan honrosa institución, YA ESTABA REDACTANDO MI RECETA teclado bajo ataque digital (un solo dedo)...

...
...

Neta, ya estaba redactando mi receta. Cuando le inquirí al respecto, osó responderme cual ínclito galeno de la posmodernidá cibertecnológica-expedencial, QUE, con fundamento en lo escrito sabiamente por él y otros galenos exorbitantes anteriormente en mi expediente, él podía saber qué padecimiento me aquejaba y qué medicamentos requería antes de siquiera verme... Además, claro, de que la farmacia en línea le estaba obligando a darme esos medicamentos porque no había de otros...

Me arrojé visualmente con un rápido y meticulosamente bien planeado cuadro por cuadro movimiento de cabeza, cuello de pelícano (mínimo garza) y columna. Seguro de su sorprendente discurso, el honorable médico familiar me dejó inspeccionar sin broncas la receta... Leí...

Umm... Paracetamol... Diclofenaco... Chido... sí... (me fui de largo, pero lo que quise decir es que a mi cerebro reptiliano le pareció excelente la droga prescrita con tanta pre-meditación).

Entonces mi estimado y reconocido médico familiar de la clínica del IMSS o inSeguro Social me dijo algo que ha pasado a la historia conceptual pacheca de la banda, y que me hizo rendirle en silencio y en secreto todas mis pleitesías... Conecté mis chacras y luego los desconecté porque no sé qué es eso ni cómo se usa, todavía brindé gustoso valiosos diecisiete segundos de asesoría en informática al explicarle al galeno dónde se cambiaba de minúsculas a mayúsculas en el teclado... Salí de ahí gustoso de imaginar que ahora la medicina podría generar una revolución integral de salud, caray, nomás imagine que el sofisticado galeno aprendiera a usar el messenger... ME DIJO:

"No, no, no, hermanito, no... no... no... Tssssssss... Tssssss... Mira: Yo, dos de éstas en la mañana, y otra como al mediodía, con un café, utttsssss... con el diclofenaco sientes que andas LIVIANITO, LIVIANITO..."
























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